Lejos de provocar admiración o reconocimiento, la perpetuidad de los 21 años que lleva Adriana Velázquez Morlet como delegada del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Quintana Roo genera un halo de corrupción y deja un hedor del tráfico de influencia que solamente es posible cuando cuentas con el respaldo de alguien cercano al primer nivel del Gobierno Federal.
La gran interrogante de miles de quintanarroenses y en especial, de los expertos en la materia, ronda en cuáles han sido los motivos o méritos que tiene Adriana Velázquez para seguir como delegada del INAH en la entidad, pues su labor ha dejado mucho que desear.
Cabe señalar que a principios del presente siglo, es decir, en el año 2000, trascendió que Adriana Velázquez gozaba de la amistad o simpatía del Secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, pero tal parece que su verdadero respaldo de la multicitada no radica en el señalado panista y mucho menos de otro de esa tribu partidista.
Sería aventurado ligar a la delegada del INAH en Quintana Roo, Adriana Velázquez, con algún partido político, porque lejos de su simpatía o filiación partidista, ella llegó al puesto en el segundo año del Gobernador, Mario Villanueva Madrid y ha sobrevivido a los sexenios de Joaquín Hendricks Díaz, Félix González Canto y ahora del de Beto Borge. Y vivió el arribo del PAN a la Presidencia de la República a través de Vicente Fox Quesada.
Lo que si se podría preguntar al propio Presidente de la República, Enrique Peña Nieto; al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong o a la directora general del INAH, María Teresa Franco, cuáles han sido los grandes logros de Adriana Velázquez para mantenerla, por más de dos décadas, en el mismo puesto.
Si la respuesta de alguno de los arriba citado hace referencia a que Adriana seguirá en su posición simplemente por llevar el insigne apellido VELÁZQUEZ (por eso de que Fidel Velázquez se murió siendo líder de la CTM en México) entonces quedaré chitón, no insistiré en buscar otra respuesta
Porque el trabajo hecho por Adriana Velázquez en Quintana Roo está en tela de juicio, incluso nos atrevemos a decir que deja mucho que desear, en especial porque existen varios vestigios mayas que por caprichos personales de la citada siguen perdidos en medio de la selva y que no pueden ser admirados por miles de mexicanos y turistas que están ávidos por seguir conociendo de nuestra ancestral historia.
Pero además de no trabajar al cien, de disponer de personal y recursos de la dependencia para su uso personal, la permanencia de Adriana Velázquez ha desarticulado a las nuevas generaciones de antropólogos egresados de la Universidad de Quintana Roo (Uqroo), quienes han visto cómo se esfumaron sus sueños de trabajar en lo que estudiaron y ahora los vemos conducir un taxi o despachar atrás de un mostrador de mercancía extranjera.
Durante los últimos años Adriana Velázquez ha hecho de todo, menos cumplir con la misión del INAH, la cual es investigar, conservar y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de la nación con el fin de fortalecer la identidad y memoria de la sociedad que lo detenta y mucho menos la visión, que es proteger y conservar el patrimonio cultural tangible e intangible que hay en México.