La desatada ambición por obtener la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Benito Juárez en el 2016, provoca que la diputada-presidenta del actual mes de sesiones de la XIV Legislatura del Congreso del Estado, Susana Hurtado Vallejo, comete pifia tras pifia, como ocurrió en la segunda sesión ordinaria realizada hoy en el recinto de “Punta Estrella”, donde, literalmente, “mató” o “desapareció” a cuatro diputados que faltaron a la sesión.
Seguramente varios de sus colegas e incluso personas afines a ella argumentaron de que se trata de un simple error, de un micro descuido, pero la verdad es otra, a todas luces se trató de un monumental error, de un osote tamaño Isla de Cozumel.
Una cosa significa la palabra inasistencia y otra, pero muy diferente, la inexistencia.
La inasistencia es una palabra compuesta, cuyo significado es: “La no asistencia de una persona a un lugar o a un acto adonde debía ir o donde era esperado” y la inexistencia es la: “falta de existencia (hecho de existir)”.
Entonces diputada creemos que fue un gigantesco error querer justificar la falta a la sesión de los diputados Berenice Polanco, Irazú Sarabia, Martín de la Cruz y Javier Briceño Ramos con la palabra inexistencia, aunque quizá estemos equivocados y usted mandó un mensaje subliminal, porque quizá alguno de los antes citados representa una piedra en su camino político.
“Escupió” para arriba y le cayó encima la saliva al diputado, Luis Fernando Roldán Carrillo.
Casi llegan a la mitad de su gestión y todavía hay varios de diputados de la XIV Legislatura que aun “andan en pañales”, como lo es el representante de Movimiento Ciudadano, Roldán Carrillo.
Hasta la gente común y ordinaria sabe del boom económico que vive Quintana Roo por la industria turística y también saben que en Quintana Roo, a pesar de la nobleza de sus instituciones, no se han logrado grandes acuerdos políticos como usted planteó en la máxima tribuna pública de los quintanarroenses.
La desacreditación política, el hartazgo que tienen los ciudadanos hacia cuestiones de índole política, se debe casualmente a gente como usted, a “parásitos” o “vividores” de la política, quienes sin ser electos fungen como representantes populares y lo peor del caso, es que ni en pintura representan los intereses de la gente que camina y trabaja en los diez municipios de Quintana Roo.
Si en verdad usted quiere que en nuestro Estado se haga “política de altura”, entonces ponga el ejemplo y deje de fungir como político, porque usted no representa ni a su familia en la XIV legislatura del Congreso del Estado, usted es una sanguijuela del presupuesto.
Propuesta del perredista Jorge Aguilar Osorio digna para arroparla…
De antemano podemos presumir que los colores partidistas quedarán a un lado cuando los diputados de la XIV Legislatura integren el presupuesto de egresos del 2016 e incluyan la construcción del hospital psiquiátrico de Quintana Roo, porque es una obra más que apremiante.
Sin protagonismo y mucho menos otorgar la autoría del proyecto a citado personaje, la apremiante de citada propuesta, que en caso de hacerse realidad, permitirá ahorrar miles de pesos a cientos de quintanarroenses que cotidianamente asisten a Yucatán y Campeche para tratarse cualquier trastorno mental.
El Congreso del Estado, un oasis de la burocracia
El martes 13 de agosto de 2013 fue un verdadero día de mala suerte para la burocracia del poder ejecutivo, pues el Congreso del Estado aprobó ese día una nueva Ley Orgánica de la Administración Pública del Estado.
Por ese hecho, triste e inolvidable para muchos servidores públicos, desaparecieron dos secretarías del gabinete (Seplader y Cultura), reduciéndose así de 18 a 16. Se reformó y derogó, además, diversas leyes para desaparecer ocho organismos descentralizados, cuyas funciones serían absorbidas por las secretarías que quedaron vigentes.
Desde luego, por las condiciones económicas del sur del Estado y su dependencia hacia la nómina gubernamental, la sociedad chetumaleña lo resintió más que aquellos servidores públicos de la zona norte, en donde la iniciativa privada o el autoempleo los absorbió paulatinamente.
Sin embargo, aunque mucho cueste creerlo, los burócratas del Congreso del Estado y los del Poder Judicial prácticamente ni por enterados se dieron de dicho recorte, salvo por los periódicos o por “radio bemba”.
Muchos de estos trabajadores, sin preparación profesional o, mínimamente, con capacitación técnica, son amos y señores de puestos bien remunerados y con incentivos económicos que el poder ejecutivo perdió hace ya muchos años, pero que el Legislativo insiste en pagar sin que medie mérito alguno.
Todavía cuesta más trabajo creer que entre los burócratas del Congreso del Estado haya familias completas que usufructúan del erario cada vez más raquítico y, si quiere usted atreverse a saber más, se enterará de que hay burócratas del poder legislativo que tienen chamba en los otros dos poderes o en el alguno de los 10 municipios. Otros más que se dicen “los esforzados”, solo checan temprano y tarde, para luego irse a sus negocios privados en los que sí desquitan tiempo y esfuerzo.
El Congreso del Estado es todavía un verdadero oasis para varias decenas de burócratas que aún creen en la buena suerte. Pero, las tijeras del recorte presupuestal, anunciado hace unas semanas por el gobierno federal, seguramente terminarán con esos sueños que no ayudan en nada ni al gobierno, ni a los diputados y menos a los ciudadanos que, día a día, pagan más y más impuestos.